Ciudades ocultas
Historias de dos poblados al filo de la selva. Tefé y Coarí son ejemplos de las ciudades brasileñas del alto Amazonas, también llamado Solimoes. Están ubicadas en hermosos y grandes lagos, comunicados con el río pero escondidos del ojo desprevenido.
© Luis Antonio Córdova
En el medio de la noche, un barco se detiene en medio del río Amazonas: la oscuridad es total. De pronto, una larga canoa se materializa junto a la baranda de estribor, tres pasajeros la abordan cargados con sus equipajes y luego se alejan, se desvanecen: van hacia la ciudad brasileña de Tefé.
La embarcación se llama "catraia", y es impulsada por un pequeño motor de gran uso en el río, conocido como "peque-peque". Muchas noches, algunas de esas embarcaciones esperan largas horas a los grandes barcos, con el fin de recoger los pasajeros que van hacia esa ciudad incrustada dentro de un lago.
Después la canoa parte rumbo a un afluente más pequeño, denunciado por la sombra de algunos árboles. El dueño de la catraia va atrás, y le pasa una linterna al pasajero ubicado más adelante. "Alumbre bien y avise, si chocamos contra algo nos caemos todos al agua...", grita en un portugués cerrado, volatilizado por el viento nocturno.
La luz es débil y los troncos peligrosos, pues en época de lluvias el curso del río se llena de maderas. Pero además están las otras canoas que surgen a veces desde la nada y sin ninguna luz.
Al final se llega a la ciudad de Tefé, en la noche se ven sus focos y las siluetas portuguesas de algunas edificaciones. Está ubicada en uno de los grandes lagos que existen a los costados del río Amazonas, invisible para quienes transitan por ese enorme curso de agua pues de hecho la intención de sus fundadores fue buscar refugio y camuflaje. Lo mismo sucede con Coarí, ubicada en otro lago a unas 12 horas de viaje río abajo.
En ambos lugares se puede producir la escena del desembarque en una canoa en el medio de la noche, si uno viaja en Brasil en uno de los barcos de pasajeros llamados "recreios" que cubren la ruta entre Benjamín Constant, en la frontera con Perú y Colombia, y la capital amazónica, Manaus.
Pero la sensación de aislamiento es falsa, pues en realidad se trata de dos activas localidades del alto Amazonas. De hecho, sus embarcaderos siempre están llenos, y hay otros recreios que salen directamente desde allí rumbo a ciudades río arriba y río abajo.
La mayoría de estos poblados del Amazonas, llamado Solimoes en su parte alta, tuvieron su origen en misiones formadas a fines del siglo XVII, cuyo principal impulsor fue un jesuita austríaco, Samuel Fritz. La región se agitó en esas épocas de colonización debido a los conflictos territoriales entre Portugal y España.
En 1718 pobladores de varias misiones ubicadas a lo largo del río y por lo tanto mas expuestas a las hostilidades, fueron llevados a ese lago interior y agrupados en la ciudad de Tefé, uno de los núcleos familiares más antiguos de la zona. En el principio fue una localidad de agricultores y aventureros, donde una de las principales actividades económicas era la esclavitud de los indígenas.
Durante la segunda mitad del '800 Tefé era ya una ciudad, la más poblada del Solimoes. Tenía su clase alta, sus jardines municipales, y los comerciantes vendían productos exóticos como plumas de garza o manteca de tortuga.
Pero ahora algunas cosas han cambiado en ese lago. Aunque por la carga y descarga de los barcos es visible que Tefé tiene bastante actividad económica, de alguna forma el deterioro social de la América latina de fin de siglo también llegó a esta remota ciudad que tiene unos 50 mil habitantes.
Las siluetas portuguesas de Tefé son sólo eso, siluetas. Lo demás son edificaciones sin mucha gracia, con aguas negras por todas partes. Los animales más comunes son los buitres, que sobrevuelan el cielo. El lago esta visiblemente contaminado en esa orilla aunque los niños, como en casi todos los puertos del mundo, parecen inmunes y se bañan felices.
Al mediodía un calor aplastante, definitivamente amazónico, provoca la huida de la gente que tiende a desaparecer de las calles. Por la tarde vuelven a reanudarse las actividades en los mercados, y en el embarcadero.
Navegando un poco más hacia el este, es decir bajando por el río, está ubicada la ciudad de Coarí, famosa por sus frutas. Cada año se realiza allí una "festa da banana".
Coarí es distinta a Tefé. La ciudad es un poco más pequeña, está bastante limpia, y conserva mucho mejor la arquitectura de antaño. También es cierto que su economía es menos dinámica, y su crecimiento ha sido un poco más pausado: la villa fue declarada ciudad hace sólo unos 60 años.
Zequinho nació allí hace 64 años y dice que no se mueve por nada del mundo. Ahora vende cafezinho en la puerta de su casa y conversa con la gente sobre su esperanza de que algunas cosas cambien con la llegada de nuevas autoridades.
"Antes esto era maravilloso, teníamos campo de fútbol con pasto, hasta banda de música. Ahora, no hay ni siquiera banda de música", se lamenta. Pero considera que las cosas pueden comenzar a cambiar si Coarí logra la sede de un proyecto petrolífero.
Al fondo del inmenso lago de Coarí, se puede entrar al río Urucú, donde ya se comenzó a extraer petróleo (unos nueve mil barriles por día) y gas. Este programa constituye la actividad económica más rentable de esta zona del Amazonas-Solimoes. "Los que se fueron a trabajar para allá, que viven allá, dicen que todo es bonito", afirma Zequinho.
La brisa apacigua un poco el calor del sol en esa ciudad, pero de todas maneras alrededor de la hora de almuerzo las temperaturas suelen ser implacables. La gente es amable, la mayoría orgullosos de la Feria de los Productores, ubicada junto al embarcadero, donde se colocan sobre el piso los tesoros naturales de Amazonía: las piñas de tamaños increíbles, las papayas, el guaraná, las guanábanas, y otras de extraños nombres.
"Nosotros nos llamamos coarienses", dice la mesonera de una fuente de soda frente a una iglesia antigua rodeada de pasto. Cerca del mercado un grupo de mala muerte toca una balada típicamente romántica, sólo que se llaman "Herederos de Sión", y el estribillo dice una y otra vez "Jesús amado", mientras al fondo el sol hace brillar la superficie de este lago un poco perdido cuyo destino, como el de casi toda el agua en miles y miles de kilómetros a la redonda, será desembocar en el río Amazonas.
Las dos ciudades escondidas del río, Tefé y Coarí, han crecido con las migraciones provenientes principalmente del nordeste, que es la zona más deprimida de Brasil. Pero aunque la región ofrece comida, a veces no es tan fácil la superación económica. La pesca y la agricultura son las actividades principales, pero allí ya no hay trabajo para todo el mundo.
En los bares la gente conversa. Algunos comentan la escasez de trabajo, especialmente para las generaciones más jóvenes, que son también las más numerosas. Otros se quejan de la corrupción en las autoridades locales, que hacen desaparecer el dinero. Todo parece indicar que hay muchos problemas por resolver.
Entonces, todos los días, llega el atardecer. Esos atardeceres de luz tan amarilla que transforman a los barcos, al agua dulce de los lagos, a la vegetación, en cómplices de un encantamiento.
Nota para el lector: Tanto Tefé como Coarí están en lagos cercanos a la margen sur del río Amazonas. En Tefé aterriza un vuelo de Varig que va de Manaus a Iquitos, mientras en Coarí tratan de arreglar el aeropuerto. La otra forma de llegar son los barcos de pasajeros. Están los que hacen la ruta Manaus-Coarí-Tefé. Los otros, que obligan a esos desembarques nocturnos en las canoas, son los de las rutas Manaus-Benjamín Constant, localidad ubicada en la frontera con Colombia. En las dos ciudades hay hoteles, sitios para comer, y algún camino rural. Las dos tienen taxis y mototaxis.
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