El Gran Cañón del Colorado ( I )

viernes, 9 de octubre de 2009

















Traspasamos los límites del Parque Nacional y seguíamos sin ver nada a excepción de un tupido bosque. Sabíamos que estaba allí, pero era imposible verlo. Un pequeño desvío de la carretera principal nos llevó hasta un aparcamiento del que partía un sendero. Nuestra amiga Alice nos hizo una sugerencia: “cerrad los ojos. No miréis. Yo os guiaré”. Y así, cogidos el uno del otro y Alice haciendo de lazarillo, nos condujo hasta un mirador. Nos hizo subir al zócalo y agarrarnos a la barandilla. “Ya podéis abrir los ojos”. ¡Bum! De repente, el Cañón saltó hacia nosotros, nos cogió de la pechera y tiró hacia él. El panorama era absolutamente maravilloso, estremecedor, apabullante…

En un día despejado como aquel, la vista alcanzaba los 350 km. Era una enorme grieta, una cicatriz sin fondo cuyas dimensiones parecían incluso difíciles de conseguir para la Naturaleza. Si se intentara realizar una clasificación hipotética de los monumentos más complejos de la Naturaleza, el primer lugar lo ocuparía sin duda el Gran Cañón del Colorado. El Colorado, uno de los grandes ríos del oeste americano, ha ido excavando su lecho durante millones de años y a lo largo de un recorrido de 2.250 kilómetros, proyectándose cada vez más en el territorio que ha contribuido a formar. Quien siga el curso del río en el interior del Gran Cañón y a lo largo de los 446 km. de éste, descubre uno de los paisajes más fantásticos del continente: un maravilloso laberinto elaborado por las aguas al erosionar las rocas sedimentarias, en una evolución geológica que ha durado milenios y que constituye un registro cronológico de la historia de la Tierra casi desde el principio de los tiempos. Por lo tanto, no debe sorprender que los indios, pueblo que siempre se ha mostrado muy sensible a la atracción de los grandes espacios y que fueron los primeros seres humanos que descubrieron, hace varios miles de años, estos cañones, se sintieran atraídos por estas tierras, que las consideraran pronto como cosa suya, que incluso las mitificaran después… En cambio, para los primeros españoles que hasta aquí llegaron no constituyeron una vivencia muy agradable.

El sobrecogedor panorama que se abría a nuestros pies no debía ser muy diferente del que contempló Lope de Cárdenas en 1540 al mando de un destacamento español. Cárdenas era lugarteniente de Francisco Vázquez de Coronado, comandante de una de las numerosas expediciones que Antonio de Mendoza, Virrey de Nueva España (el vasto territorio que se extendía entre Panamá y el norte de México), envió por aquellos años en busca de las míticas siete ciudades de Cíbola y de su fabuloso tesoro. Precisamente en el curso del citado año 1540, Coronado ocupó Hawikuh, modesto poblado habitado por los indios zuni, donde pudo comprobar, con desencanto, que sólo fango y piedras había, en lugar de aquellas fabulosas y pretendidas riquezas que unos falaces exploradores, que fueron enviados como avanzadilla, aseguraron que allí se encontraban. La documentación existente indica una total falta de sensibilidad hacia lo que estaban viendo aquellos primeros europeos, acentuada por una brutalidad que sorprende incluso en nuestros días. Al leer a los cronistas de la expedición uno se encuentra con detalles que poseen mayor interés para un contable que para alguien que desee viajar sin moverse del sillón: “había agua en tal sitio, pero no la había en tal otro; había cultivos en tal sitio, pero no había ninguno en tal otro; había casas que tenían aspecto de pertenecer a gente rica o casas que tenían aspecto de pertenecer a gente pobre; había pájaros; había minerales que podían extraerse…”, pero no existe el menor rastro de curiosidad, introspección o incluso asombro.

Quizá fue por ello por lo que Cárdenas, al llegar al borde del Cañón, en lugar de contemplar el majestuoso espectáculo que se extendía ante sus ojos se preocupó tan sólo de la manera de poder atravesar aquel inmenso abismo (por el momento llamado “Cañón” tan sólo, puesto que Gran Cañón –o Canyon en la nomenclatura anglosajona-, se adoptó oficialmente a finales del siglo XIX) y poder proseguir la marcha en busca del oro y tranquilizar así a Coronado. En su manuscrito, menciona el “hambre y la sed” y la falta de asentamientos indios que saquear, pero no el Cañón. No buscaban paisajes, sino oro.

Después de tres días recorriendo el margen del Cañón buscando un puente natural que le permitiese avanzar hacia el norte, Cárdenas y sus hombres se aventuraron hacia el fondo del abismo, pero tuvieron que regresar, extenuados, después de cubrir un tercio del recorrido. Al día siguiente, comprobando que sería inútil cualquier otra tentativa, el grupo se unió de nuevo a las fuerzas de Coronado. De su exploración quedó, según algunos, el nombre que le dieron al río: Colorado.

Después de esta primera toma de contacto, que ya nunca se borrará de nuestra memoria, volvemos a la carretera para buscar el camping donde pasaremos la noche. Gracias a la institución del Parque, el Gran Cañón ha ido soportando sin grandes traumas la presencia del hombre y el deterioro que producen sus actividades; sin embargo, las autoridades gestoras se preguntan si esta situación podrá mantenerse en el futuro de manera tan equilibrada. Efectivamente, más de cuatro millones de personas acuden aquí todos los años. Solamente en el interior del parque se pueden encontrar siete hoteles y lodges (un equivalente a nuestros paradores, exquisitamente decorados con maderas al estilo pionero) y cuatro campings, todo ello unido por una red de carreteras por las que circulan varias líneas de autobuses que comunican los diferentes puntos. Naturalmente, no faltan las barberías, tiendas, duchas públicas, lavanderías, salones de belleza, estaciones postales, gasolineras… Pero, contra lo que se pueda pensar, semejante infraestructura no se sobrepone al entorno. Han conseguido evitar las masificaciones de cemento, las aglomeraciones de construcciones hoteleras y han respetado los frondosos bosques que cubren la zona. Lo único visible son las carreteras que discurren entre la cortina de árboles.

El descenso hacia el río Colorado es más complejo de lo que aparenta. Dos rutas se abren en la orilla sur: Kaibab Trail y Bright Angel Trail, siendo esta última la que nosotros tomaríamos. Se trataba de un estrecho y zigzagueante sendero, excavado en la roca, con una longitud total de 13 kilómetros de bajada, salvando un desnivel de algo más de 1,5 kilómetros. Por todo el parque, en las oficinas del camping, en los restaurantes, en los baños, en las lavanderías automáticas,… había carteles que advertían del riesgo que entrañaba intentar bajar hasta el río y volver a subir en el mismo día, así como de todas las precauciones que era necesario tomar. Aun cuando nadie puede decir que no haya sido puesto sobre aviso, todos los años se producen numerosos accidentes por querer fotografiarse en el mismísimo borde del cañón desafiando el abismo, descender sin el calzado adecuado, sofocos e insolaciones debidos a las altas temperaturas que existen en el fondo (se pueden alcanzar los 45ºC), tropiezos, deshidrataciones por no llevar agua ni comida energética para el camino… el Cañón se cobra una decena de víctimas mortales cada año.

El Gran Cañón ofrece una amplia diversidad de vida vegetal y animal. Entre la flora, más de un millar de especies medran aquí. En cuanto a la fauna documentada se encuentran 299 especies de aves, 74 especies de mamíferos, 8 de anfibios y 40 de reptiles. Tal riqueza puede ser atribuida sobre todo a un factor físico: la altitud. El nivel más bajo del extremo occidental es de algo más de 300 metros; el mayor, de 2.700 metros, está en la orilla norte. Y en ese enorme intervalo se dan ecosistemas muy diferentes, desde el más tórrido desierto en el fondo del cañón hasta bosques subalpinos en la orilla norte. En miniatura, el Gran Cañón es una réplica de todos los ecosistemas americanos que se pueden hallar desde Alaska hasta México. No son siempre fáciles de ver y no todos se encuentran en los mismos niveles o zonas de la región del Cañón, pero aquí viven ciervos, erizos, pavos, diferentes especies de roedores, pumas, pájaros carpinteros, lagartos, serpientes, conejos, linces, ardillas, zorros, cuervos, escorpiones, lagartos, arrendajos, coyotes, mofetas, halcones o ratas canguro.

Efectivamente, el Gran Cañón ofrece un recorrido sin parangón a la historia geológica de la Tierra, desde la era paleozoica de sus extremos superiores al fondo precámbrico de la garganta. Aún hoy, la historia del río y el Cañón es controvertida: se han ido exponiendo teorías muy diversas a medida que se multiplicaban y se hacían más profundos los conocimientos sobre la geología de la región, a causa, quizá, de que la edad del río, antes y después del Gran Cañón, es muy distinta. En la zona montañosa de este último, el Colorado tendría una edad que oscilaría entre los treinta y cuarenta millones de años, mientras que en la zona próxima a la desembocadura, en el mismo Cañón, la edad del río giraría alrededor de los cinco millones de años.

La región en la que se encuentra el Gran Cañón, la provincia del Plateau, tiene una extensión de más de 300.000 km2. El Plateau, o Grand Plateau o Colorado Plateau, es una enorme altiplanicie que se inicia en la vertiente occidental de las Montañas Rocosas centromeridionales en el norte de Arizona. Renombrada por su topografía colorista y espectacular, la meseta se enclava dentro de la zona conocida como Four Corners, el único punto del territorio americano en el que se juntan cuatro estados: Colorado, Nuevo México, Arizona y Utah. La meseta del Colorado es una de las 34 regiones naturales que componen los Estados Unidos.

Desde el punto de vista geológico, esta inmensa meseta se caracteriza por una serie de rasgos que se replican, a menor escala, en el Cañón propiamente dicho: una estructura casi horizontal de los estratos sedimentarios y calizos depositados como si fueran capas de un pastel; altitudes de hasta 1.600 metros sobre el nivel del mar; valles fluviales excavados por cursos de agua que han ido comiéndose el terreno hasta encañonarse profundamente; llamativas extensiones de roca desnuda; una topografía pronunciada y escarpada; una amplia paleta de colores en la piedra; características de terrenos volcánicos como conos de ceniza, coladas de lava solidificadas en columnas de basalto o volcanes; condiciones climáticas semiráridas….

El Gran Cañón es el rasgo más espectacular de esta meseta. Sus cifras, incluso escritas sobre el papel, son impresionantes; al natural se antojan inabarcables. Esta colosal grieta se extiende 515 kilómetros y en su punto más bajo, la Granite Gorge, se hunde 1,6 kilómetros. Su profundidad equivale a la altura de 17 Estatuas de la Libertad. Su punto de máxima anchura alcanza los 29 kilómetros, y el más estrecho, en el mirador Toroweap de la orilla norte, no llega a 800 metros.



Por Manuel Rodríguez Yagüe cuyo Blog es muy interesante

http://deviajestesorosyaventuras.blogspot.com

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