¿Cómo se organizan las hormigas?

sábado, 11 de octubre de 2008

En un hormiguero pueden habitar cientos de miles de hormigas. Y sin embargo, cuando dos de ellas se encuentran, les basta entrechocar sus antenas para distinguir si el contrario es de su mismo grupo o pertenece a otra población.

El tacto de estos órganos les sirve también para comunicarse novedades y órdenes recibidas de sus jefes. Por el contrario, su vista es muy deficitaria, no alcanzando apenas más que unos centímetros, y siendo suplida con gran efectividad por el olfato.
Enamoradas de lo dulce, las hormigas detectan a grandes distancias cualquier sustancia que contenga azúcar, y no desisten hasta haber conseguido acceder a ella. Son capaces incluso de practicar túneles y pasadizos para vencer las dificultades que se encuentran.


Algunas especies de hormigas fabrican su colonia en troncos de árboles, otras uniendo y doblando hojas para habitar el interior. Pero la mayoría excavan la tierra para formar galerías y estancias perfectamente organizadas.
En un principio puede parecer caótico su deambular incesante, los amontonamientos de semillas y granos, los pasillos irregulares, cavidades y recovecos interminables. Pero en su interior habita una sociedad perfectamente organizada.


Las hormigas más pequeñas y ágiles son llamadas obreras. Sobre ellas recae casi todo el peso del trabajo, tanto dentro como fuera del hormiguero. Son hembras atrofiadas que en ocasiones desarrollan las mandíbulas más de lo normal, dedicándose a la defensa del hormiguero.
Otras son de mayor tamaño, adornadas con alas y un porte diferente en su movimiento. Son las hembras, dedicadas a poner huevos, o los machos que apenas sobreviven al vuelo nupcial en que las fecundan. La hembra, en cambio, desciende al suelo y regresa al hormiguero. Allí las obreras les arrancan las alas y las encierran, para siempre, con la única tarea de poner huevos.

Pero tampoco esta tarea parece hacerlas desgraciadas, y es que el sentimiento del deber en estos insectos es tan grande que cuando una hembra fecundada se pierde sin llegar al hormiguero, se arranca las alas ella misma y pone una docena de huevos al resguardo de una piedra o una hoja. Desarrollada esta descendencia, la ayudará a formar un nuevo hormiguero.



Cuando el hormiguero se sitúa en terrenos secos, sus pobladores demuestran una vez más su instinto de supervivencia y algunas de ellas se sacrifican durante la estación húmeda llenándose de agua con una increíble capacidad de dilatación de sus vientres.
Se mantienen inmóviles durante meses, incluso un año entero, manteniendo en su interior el agua que la comunidad necesita. Y cuando sus compañeras acuden en busca de estas reservas, se la sirven dócilmente en sus propias bocas. Una demostración de sacrificio por el bien de la comunidad.

Durante el verano acumulan granos y semillas como previsión para el invierno. Evitan su germinación royendo la célula germinal, sin la cual no pueden crecer. Cuando la lluvia inunda el hormiguero, poniendo en peligro la conservación de sus alimentos, las hormigas vuelven a sacarlos de sus almacenes para exponerlos al sol hasta quedar bien secos, y entonces vuelven a guardarlos.

En una parte del hormiguero se acumulan los huevos que ponen las hormigas fértiles. Algunas obreras hacen las veces de nodrizas, alimentando a las larvas que crecen a un ritmo rapidísimo. Ellas mismas tejen a su alrededor una tela de seda para convertirse en "ninfas" y terminar su desarrollo de nuevo en total inmovilidad.
Cuando al fin rompen sus capullos para salir al exterior, son ya hormigas formadas que en apenas unas horas estarán listas y dispuestas para el trabajo común con sus congéneres. Desde la puesta del huevo, apenas han transcurrido quince días.


En la India, Ceilán, Australia y parte de Africa habita una especie de hormigas que construye su vivienda en los mismos árboles, doblando varias hojas y cosiéndolas con la seda que extraen de sus propias larvas en desarrollo.
Las hormigas saubas o cortadoras de hojas, que Thomas Belt estudió en Nicaragua, suelen saquear las plantaciones de café y naranjos hasta el punto de arrasarlas por completo. Algunas se ocupan de cortar pedazos de hojas con sus mandíbulas en forma de tijeras, mientras otras en el suelo van recogiéndolos para transportarlos al hormiguero.

Pero estos fragmentos de hojas no constituyen el alimento de las hormigas, sino que los dejan pudrirse y fermentar para formar una base fértil en la que insertan, cuidadosamente, pedazos de hebras de micelio. Así cultivan los hongos de que se alimentan.
Pero aún es más sorprendente el caso de las llamadas hormigas ganaderas. Ellas cuidan y vigilan las poblaciones de pulgones que se reproducen a ritmos vertiginosos hasta cubrir por entero las plantas sobre las que se fijan. Les regalan caricias y carantoñas que son recompensadas rezumando un líquido dulzón que para las hormigas es un alimento exquisito. A veces, incluso, les fabrican pequeños corrales en los hormigueros, donde los ceban a ellos y a sus crías, que vigilan con esmero.


La hormiga es un ser aparentemente indefenso, víctima por su tamaño de muchas burlas y chistes. Pero distinguida por su previsión en fábulas y cuentos, y poseedora de uno de los instintos más desarrollados y efectivos en materia de organización.


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