El pirata informático que ha detenido la Guardia Civil de Huelva, tras la denuncia del Ayuntamiento de Minas de Riotinto, ha sido una de las noticias del día, a pesar de que la nota emitida por la Subdelegación del Gobierno es puramente formal. Lo cierto es que hay mucho más detras de todo ello y puede afirmarse con rotundidad que la realidad ha superado la ficción y que este caso podría convertirse fácilmente en un guión de intriga tecnológica (tal vez estemos anunciando un nuevo género literario) que triunfaría en Hollywood.
En primer lugar, en la lista de afectados hay importantísimas personas del mundo político, cultural y periodístico de toda España, muchas de las cuales habían denunciado ya la usurpación de su identidad y habían asistido al desencuentro con unos juzgados que en modo alguno están preparados para asumir esta nueva realidad. De hecho, hay abiertas, al menos, 42 diligencias judiciales que, mucho nos tememos, nunca llegarán a coincidir en la mesa de un fiscal o un juez, tal vez porque ellos mismos huyen de estos temas, dado el profundo desconocimiento que tienen de ellos. Al final, ha sido la Guardia Civil la que ha instruido todo un sumario a partir de un caso absolutamente claro que afectaba a la integridad de una corporación municipal y eso es lo que ha perdido al cracker, porque si hubiera seguido atacando exclusivamente a particulares, mucho nos tememos que su estela de delitos sería mucho más larga de lo que es.
Sepan que hay personas que se han sentido absolutamente desamparadas, a pesar de que alguien usaba su nombre con toda impunidad. El cracker no era nada bruto. Es más, antes de utilizar el nombre de nadie se había informado de todo y tenía una ficha abierta de la víctima en la que anotaba datos de cualquier índole. Una periodista pidió apoyo y seguridad tras comprobar que el cracker conocía los movimientos de su hijo, un menor que, ajeno a todo, confiaba a su madre su visión intima de la vida.
Al final, eso es lo que parece que va a perder al cracker, porque hay pruebas más que evidentes para acusarlo, dado que tenía todo el archivo en su casa y la Guardia Civil lo ha recuperado completo. Otra víctima fue un alto dirigente del PSOE, cuyos correos falsos (enviados por el cracker en su nombre a altos dignatarios de todo el mundo) estuvieron a punto de provocar un incidente diplomático que, felizmente, se quedó en nada pero, de no mediar la actuación policial, habría llegado a más… tiene que ver con el lio de Kosovo.
Pero lo más hollywodiano de la cuestión es la propia personalidad del detenido, que ha sorprendido a quienes le han interrogado durante días. Tiene un altísimo nivel de inteligencia y ha conseguido una gran práctica en ingeniería social, de modo que todo lo que no robaba lo adivinaba de sus víctimas. Ha gastado miles de horas en un trabajo que, además, no le ha reportado beneficios económicos altos; más bien su obsesión era entrar en mundos personales y jugar con ellos (a varias de sus víctimas les dio de baja en servicios de eletricidad y telefonía y a otros les suscribió a servicios bancarios). Además, el tipo rompió los esquemas de quienes le interrogaron porque tiene un grave trastorno de doble personalidad, de modo que, en la práctica, los agentes estaban interrogando a dos personas en una… y no es broma.
Y, finalmente, lo que provocó un importante impacto entre los agentes que lo interrogaron fue lo que ocurrió al segundo día. En la primera jornada, estuvieron con él 5 horas de largo interrogatorio. Al día siguiente, el acusado, utilizando su doble personalidad, fue capaz de reproducir íntegramente el interrogatorio anterior, incluyendo las preguntas y todas sus respuestas. Lo hizo literalmente, de modo que, cuando llevaba 30 minutos, le ordenaron que se callara y los agentes se marcharon a consultar a sus superiores.
Lo dicho, de Hollywood. Y tengan cuidado, porque tipos como éste puede haber muchos.
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