El segundo destierro
Crecido por el poder y probablemente preocupado por granjearse un territorio autónomo en Levante, Rodrigo Díaz de Vivar se gana el segundo destierro cuando no acude a la llamada de Alfonso VI para colaborar en la defensa de la fortaleza de Aledo, en Murcia, asediada de nuevo por los almorávides de Yusuf. El Campeador aprovecha la ocasión para intensificar su presión sobre los señores levantinos, a los que vuelve a cobrar tributos a cambio de protección. En 1089 derrota a al-Mundir en Denia. Poco después, Berenguer Ramón II, aliado con al-Hachib de Lérida, ataca al Cid en Tévar, pero es repelido en 1090.
En 1092, espoleado por los éxitos militares, decide acometer la empresa de la toma de Valencia no sin antes acudir a La Rioja en auxilio de la taifa de Zaragoza para combatir a su enemigo García Ordóñez, momento que aprovecha Alfonso VI para atacar Tortosa y la capital levantina con apoyo naval de Génova y Pisa, aunque no obtiene resultados.
Rodrigo conquista Valencia
El fracaso militar del rey, que no contó con la colaboración del Cid, permite a Rodrigo Díaz de Vivar iniciar por su cuenta una intensa y violenta ofensiva sobre la capital levantina, que asedia sin contemplaciones, asolando los campos y destruyendo sus arrabales. En 1094, obtiene la capitulación definitiva de la urbe, en la que entra victorioso.
El triunfo sobre los almorávides en la batalla de Cuarte, una de las más importantes de su trayectoria, permite al Campeador la imposición de parias de forma generalizada desde Lérida y Tortosa hasta la capital levantina, configurando así un principado islámico bajo soberanía de un príncipe cristiano, en el que sigue vigente la legalidad coránica.
La obtención de riquezas y el orgullo de ser el único capaz de frenar la violenta irrupción peninsular de los almorávides, que habían contrarrestado el golpe de efecto que Alfonso VI había dado al tomar Toledo, suponen un triunfo personal para Rodrigo.
Tras liderar una última campaña victoriosa contra Yusuf, la de Murviedro, en 1098 y 1099, el Cid muere en la ciudad de Valencia dejando a su viuda, Jimena, la custodia del reino valenciano y territorios adyacentes. Sin embargo, carente de apoyos externos, la resistencia sólo pudo prolongarse hasta 1102, fecha en la que los cristianos abandonan la ciudad después de incendiarla.
Enterrado originalmente en la catedral de Valencia, los restos del Campeador son trasladados al caer la ciudad en manos musulmanas hasta el monasterio de San Pedro de Cardeña, ubicación de indudable sabor cidiano, donde comienza a gestarse la otra historia de el Cid..
0 comentarios:
Publicar un comentario