Si has leído los artículos anteriores ya sabes que la Teoría de la Relatividad Especial demuestra que el viaje al futuro entendido de esta manera es perfectamente posible. Basta con adquirir una velocidad cercana a la de la luz, con respecto a los demás (o estar cerca de un campo gravitatorio intenso, según la Relatividad General) para que nuestro tiempo se dilate; cuando frenáramos veríamos que en el mundo ha transcurrido un tiempo mucho mayor al que estuvimos viajando. Desde luego que esto ya lo hemos comprobado hace muchos años, pero no con naves espaciales sino con partículas subatómicas. En un artículo posterior examinaremos los problemas de ingeniería que impiden que hoy aceleremos naves a estas velocidades extravagantes; pero ahora el tema que nos ocupa es analizar las distintas interpretaciones del viaje en el tiempo.
Otra idea muy popular en la literatura y el cine sobre el viaje al futuro, es la que consiste en un salto instantáneo desde el presente hacia un punto del futuro, lo que permite, a diferencia del viaje al futuro mediante dilatación, encontrarse con uno mismo. Por citar algún ejemplo conocido, esto aparece en las películas de la trilogía “Back to the Future” (“Regreso al Futuro” o “Volver al Futuro”). Ahora bien, esta interpretación trae consigo bastantes problemas. Antes que nada, el término viaje no se ajusta del todo, ya que no se trata de atravesar todos los puntos intermedios entre el tiempo de partida y de llegada, como sí ocurre en el caso de Wells. Si usamos la palabra viajar para referirnos a un recorrido, por ejemplo desde Montevideo hasta Moscú –que implica atravesar los países intermedios–, no podemos usarla también para indicar una ‘teletransportación’ instantánea desde Montevideo hasta Moscú. Así que para diferenciar aquella forma de ‘salto’ en el tiempo, vamos a usar la expresión salto instantáneo al futuro.
Este salto instantáneo al futuro, que en la ficción hace parecer al viaje en el tiempo tan fácil y asequible, acarrea dificultades muy complejas. Si miramos de nuevo el viaje al futuro mediante dilatación, notamos que, por decirlo de algún modo, el viajero nunca se ‘desprende’ de su tiempo presente. De hecho, si se llegara a pensar que el pasado y el futuro no existen, y que el presente es la única realidad, este tipo de viaje en el tiempo seguiría teniendo sentido. Sin embargo, en un salto instantáneo al futuro, es menester que eso que llamamos “futuro” exista como algo físico. Podemos viajar por una carretera porque la carretera existe; pero si pretendemos viajar al futuro de esta manera, ¿qué realidad o existencia tiene aquello a donde queremos llegar?; ¿acaso el futuro ya está determinado y fijo, y podemos acceder a él a antojo? Aquí es donde comienza a revelarse la importancia de qué entendemos por tiempo, en la expresión viaje en el tiempo.
Para encarar estas cuestiones, existen principalmente tres visiones o interpretaciones modernas del tiempo, que surgen como fruto de las Teorías de la Relatividad: el Presentismo, el Posibilismo y el Eternalismo. En realidad, estas visiones adoptan muchos nombres distintos; por ejemplo, a veces se usa “Block Time” o “Block Universe” como sinónimo de “Possibilism”, y a veces también de “Eternalism” (casi toda la bibliografía está en inglés). El hecho es que existen tres interpretaciones; veamos de qué se trata cada una en relación con el viaje en el tiempo.
El Presentismo se basa en dos postulados íntimamente relacionados: por un lado, que el tiempo presente es lo único que tiene existencia, mientras que el pasado y el futuro no; y por otro lado, que el universo es tridimensional (sólo se consideran las tres dimensiones de espacio, y no al tiempo como una cuarta). Si el pasado ya no es, y el futuro aún no es, lo único existente es el punto presente, que no tiene duración. De ahí que aquí al tiempo se lo conciba de naturaleza distinta al espacio: en una dimensión hay extensión (podemos saltar de abajo a arriba y viceversa); pero si en el tiempo no hay extensión (porque lo único que existe es el presente, que es un límite, un punto) no podemos decir que es una dimensión. Sin embargo, el Presentismo no habla de un ‘presente universal’: la Relatividad Especial nos dice que el presente es distinto para cada observador, según su velocidad relativa. El presente de una persona en un avión es distinto que el presente de alguien parado en una playa. Para esta postura, entonces, sólo los sucesos presentes son los que gozan de realidad.

Analogía ilustrativa de la concepción presentista. No podemos representar el tiempo como una línea, tal como en los gráficos cartesianos, ya que según esta interpretación, el tiempo es un punto.
De modo que según el Presentismo, es coherente el viaje al futuro mediante dilatación, pero es imposible el salto instantáneo al futuro pues, de acuerdo con esto, el futuro simplemente no existe. (Desde luego que tampoco sería posible un salto instantáneo al pasado, pero eso lo examinaremos más adelante). Afortunadamente para los viajeros del tiempo, existen razones para creer que el Presentismo, aunque intuitivo, es falso.
El Posibilismo (también llamado “Block Time”, “Growing block Universe” y de diversas formas) plantea que el presente y el pasado tienen realidad física, mientras que el futuro es sólo posibilidad. Vamos por partes. A diferencia del Presentismo, aquí el tiempo sí es una dimensión (tiene extensión), pero de naturaleza distinta al espacio, ya que se trata de una dimensión que está en constante crecimiento, expansión y flujo. Para entender cómo es que el pasado tiene existencia física, tenemos que recordar que el universo no tiene tres, sino cuatro dimensiones: el espaciotiempo. Según el Posibilismo, el espaciotiempo es incompleto, y se va ‘construyendo’ mediante flujo del tiempo. Esto quiere decir que el futuro no está determinado y que cualquier posibilidad puede tener lugar. Notemos que este argumento se ve reforzado por las Relaciones de Indeterminación de Heisenberg (o “principio de incertidumbre”), que –recordemos– dice que cuanto más determinada está la posición de una partícula, menos determinada estará su velocidad y viceversa, lo que demuestra que, a grandes rasgos, el desenlace de los sucesos no está determinado por las condiciones iniciales (dicho mal y rápido, que el futuro no está escrito).
Resumiendo, el Posibilismo es la opinión de que tanto el pasado como el presente forman parte del espaciotiempo, pero que el futuro no existe a causa del Indeterminismo. Veamos ahora qué pasa con el viaje en el tiempo. El viaje al futuro mediante dilatación continúa siendo posible, y el salto instantáneo al futuro continúa siendo imposible. Pero, ahora vemos que un salto instantáneo al pasado tiene mayor coherencia. Según esto, intentar viajar al pasado es lo mismo que intentar viajar a la izquierda, por ejemplo. Sin embargo, el salto instantáneo al pasado (¡aún no estamos discutiendo el método para llevarlo a la práctica!) es uno de los mayores desafíos intelectuales, ya que de él nacen las famosas paradojas capaces de enloquecer al más prudente, que analizaremos en profundidad en el próximo artículo. La más clásica es la que dice: si volvieras al pasado y mataras a tu abuelo, nunca podrías haber nacido ni por tanto haber matado a tu abuelo.

Analogía ilustrativa de la concepción posibilista. El tiempo se extiende desde el pasado y culmina en el punto presente, más allá del cual, no hay nada.
Finalmente, está el Eternalismo (que peligrosamente algunos autores llaman también “Block Time”) que es la postura mantenida por Einstein: tanto el pasado, como el presente y el futuro, existen físicamente, formando la cuarta dimensión que constituye el espaciotiempo. Como hemos visto en artículos anteriores, la Teoría de la Relatividad nos muestra que el tiempo es sólo otra dimensión más de espacio. Decir que, por ejemplo, el pasado es más real que el futuro, es como decir que la derecha es más real que la izquierda. Considerar el tiempo como la cuarta dimensión del espaciotiempo, significa que debemos olvidarnos de la idea clásica de que el mundo es algo tridimensional que se va modelando con el tiempo. Los cuerpos se extienden no en tres sino en cuatro dimensiones. Para fijar ideas, el Universo “visto desde afuera” sería como un bloque estático, inmóvil, en donde se podría observar todo su desarrollo en lo que nosotros llamamos tiempo, con sólo dirigir la vista sobre una de las cuatro dimensiones que lo forman.
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