Este último punto se acerca en cierto aspecto a la llamada Conjetura de la Protección Cronológica, postulada por el famoso astrofísico Stephen Hawking (1942-). Esta hipótesis dice que tal vez las leyes de la Física impidan que un objeto macroscópico viaje al pasado, en un agujero de gusano, o en cualquier otro medio, como si el Universo se protegiera a sí mismo de contradicciones. Profundizaremos más sobre este tema en el próximo artículo. Lo que nos ocupa aquí es examinar la naturaleza de las paradojas.
Volvamos a lo que decía Thorne sobre las trayectorias de la bola. Si se creara una situación consistente, como la ilustrada en la última animación, esto daría lugar a uno de los fenómenos más curiosos jamás concebidos por la mente humana: los bucles causales. Notemos que la causa por la cual la bola que sale por la izquierda choca levemente, es que ella (antes de meterse en el agujero) perdió impulso a causa del choque. Es decir, el choque es leve porque el choque fue leve: un efecto es su propia causa. Digámoslo en términos más sencillos: Thorne está a punto de escribir su próximo libro sobre viajes a través del tiempo. Pero antes de que tomara la pluma, toca la puerta alguien: es Thorne-viejo, que ha venido del futuro. Él le entrega a Thorne el libro ya escrito. Thorne, muy agradecido, manda a hacer copias de editorial y vende muchos ejemplares. Unos años después, Thorne regresa al pasado y le entrega a su ‘yo’ joven el libro ya terminado.
En la historia anterior no hay contradicciones. Pero… ¿Quién escribió ese libro? ¡¿De dónde salió?! Thorne-joven no lo escribió, pues a él se lo entregó su ‘yo’ futuro. Éste último tampoco, ya que a él se lo dieron cuando era joven. Lo que tenemos es un bucle causal, un efecto que es su propia causa. Éste es el segundo tipo de paradoja causal del viaje en el tiempo, aunque, como veremos, quizá no es tan paradójico como el primer tipo. Empecemos por decir que esta historia es completamente consistente; la solución de la auto-consistencia no tiene nada que reprocharle. Cada evento se explica a partir del anterior. Pero cuando miramos el todo, hay algo que parece fallar. ¿De dónde provino la información? En la vida cotidiana nunca vemos libros que se escriben solos.
Sin embargo, ¿qué es la información? Miremos de nuevo la solución consistente de la trayectoria de Polchinski, que es esta misma historia del libro, aunque reducida a bolas de billar. En vez de aparecer en forma de texto, allí la información está dada en la trayectoria. El que la bola-joven haya sido golpeada levemente, se explica a partir de que la bola-vieja había perdido impulso por el choque que sufrió antes de haber ingresado en la boca derecha, es decir, cuando era una bola-joven. Uno podría preguntarse: ¿de dónde salió la “información” que hizo que la trayectoria fuera así y no de otra forma? Viéndolo de esta manera, notamos que la pregunta no tiene mucho sentido. El bucle se explica a sí mismo, pero es imposible hallar explicación a partir de causas externas a éste. La información no salió de ninguna parte: siempre estuvo ahí.
- El bucle causal es análogo a la escalera sin fin de Penrose. Cada escalón está en perfecta concordancia con el anterior, pero su conjunto parece ser paradójico.
Lo interesante es que estos bucles causales parecen no violar ningún principio de la Física, aunque intuitivamente nos aturda la idea de que exista un libro que no haya sido escrito por nadie. Como dice Lewis, ¡extraño! Pero no imposible.
El escritor de ciencia-ficción Robert Heinlein (1907-1988), ha llevado esta idea hasta el extremo, en lo que se convirtió, según algunos, en una de las mejores y más lógicas historias de viajes en el tiempo, de toda la historia. El relato en cuestión se llama “Todos vosotros, Zombies”, en donde una persona se convierte en su propia madre y su propio padre. Recomiendo su lectura, por razones morbosas.
Para terminar con este episodio sobre las paradojas, nos queda examinar los aciertos y flaquezas de otra solución muy extendida y desventuradamente popular: la de los Universos Paralelos. Sin duda, una expresión como ésta hace arquear la ceja a cualquiera. ¿Por qué debería haber otros universos a parte del nuestro? Y si así fuere, ¿cómo lo sabríamos? Generalmente se dice que el modo en que éstos resuelven las paradojas, vendría a ser éste: al viajar en el tiempo, lo que se está haciendo es viajar hacia otro universo paralelo al nuestro; es posible modificar el pasado, alguien podría perfectamente asesinar a su abuelo o impedir la muerte de Luis XVI; no existiría contradicción alguna ya que el universo en donde el viajero nació es distinto al universo en donde el abuelo murió de joven y el viajero nunca nació.
En el párrafo anterior hay muchos gatos encerrados. El lector se dará cuenta de que ésta es una hipótesis formulada con el específico fin de resolver las paradojas. No es que haya algo en la Naturaleza que nos haga pensar que debe haber múltiples mundos, y que como consecuencia de eso hayamos descubierto una nueva forma de esquivar las contradicciones del viaje en el tiempo. ¿O sí?… Es muy común que los avezados escritores de ciencia-ficción hagan referencia a la Interpretación de Múltiples Universos de Everett (una teoría seria que intenta explicar ciertos problemas de la Mecánica Cuántica), al hablar de universos paralelos. ¿Entonces sí existe un fundamento en la Física Teórica para esta extravagante solución de las paradojas? Para hallar la respuesta, debemos explorar de qué se trata la curiosa Interpretación de Everett. Si bien ya la habíamos mencionado muy brevemente en otro artículo, aquí entraremos en más detalles.
Tradicionalmente, en la Física, se usaba a la Matemática para describir las cosas del mundo tal cual son. Cuando contamos las personas que hay dentro de un autobús, o calculamos la trayectoria de la Luna, estamos sustituyendo objetos físicos por símbolos matemáticos que los representan exactamente. Pero en la Mecánica Cuántica, esto ya no es así. En virtud de las Relaciones de Indeterminación de Heisenberg (o Principio de Incertidumbre), que dicen que cuanto más determinada está la posición de una partícula, más indeterminada será su velocidad, y viceversa, es imposible representar matemáticamente un objeto ‘tal cual es’: siempre habrá aleatoriedad. Lo que se hace en Cuántica, es hallar una función de onda que contiene todos los estados en que es posible encontrar una partícula cuando la midamos (o todas las “historias” posibles de la partícula). Pero, ¿cómo se interpreta esto? La forma más aceptada, es la que dice que la función de onda es en realidad una abstracción que representa las probabilidades que tiene una partícula de encontrarse en el modo en que presuponemos (esto se llama Interpretación de Copenhague).
Pero lo que se le ocurrió a Hugh Everett (1930-1982) en 1957, es que la función de onda, en donde están condensadas todas las posibles historias, no es ninguna abstracción, sino que representa la realidad tal cual es. No es que de todas las historias posibles, alguna de las más probables se dé en nuestro universo. Más bien, absolutamente todas las historias que nos muestra la función de onda, existen físicamente, pero necesariamente en distintos universos. La interpretación de Everett no es más metafísica que la interpretación de Copenhague. Por el contrario, lo que hizo Everett fue interpretar las matemáticas de la Cuántica al pie de la letra, las cuales dicen que existen distintas historias superpuestas.
- ¿Acaso la realidad consta de múltiples universos?
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