Si Ptolomeo III fue tildado “el benefactor”, al devolver a Alejandría valiosos tesoros egipcios robados anteriormente por los persas, el reinado de su sucesor, Ptolomeo IV, supuso el declive de la dinastía y de la gran biblioteca. Ahora, la biblioteca de Pérgamo rivalizaba con la de Alejandría, y el creciente poder romano debilitaba a los ptolomeos. Cuando Julio César entró en Egipto en el 48 a. C., éste era regido por Cleopatra. Al estallar la guerra civil entre Cleopatra y su co-regente y hermano por el poder de Egipto, César tomó partida por ella. Pero la flota romana era muy inferior a la desplegada por Alejandría, por lo que César decidió incendiar los barcos enemigos. Algunos historiadores, como Plutarco, consideran que el fuego alcanzó edificios cercanos al puerto, entre los que se encontraba la biblioteca; otros creen que sólo se vieron afectados parte de los almacenes.
Tras la muerte de Julio César, Marco Antonio entregó a Cleopatra 200.000 libros de la biblioteca de Pérgamo en compensación por los volúmenes perdidos. La muerte de Cleopatra en el año 30 a. C. puso fin a la era ptolemaica, y Alejandría se convirtió en capital de una provincia romana. El cambio de gobierno supuso también un giro en la vida intelectual, y la biblioteca no prosperó bajo la influencia romana.
En realidad, se desconoce el motivo o momento exacto de su desaparición, pero todo apunta a que fueron diversos motivos los que la causaron. Hacia el 200 d. C. Alejandría se enfrentó a numerosos saqueos que contribuyeron a la paulatina destrucción de la biblioteca. En el 391 d. C. el emperador Teodosio prohibió el paganismo, los templos no cristianos fueron destruidos y los paganos fueron asesinados. Ese mismo año el obispo de Alejandría demolió el Serapeum y sobre sus ruinas construyó un templo cristiano. Ante el previsible ataque, los libros habrían sido dispersados.
En el 616, Alejandría fue invadida por los persas. La entrada del islamismo terminó por arruinar lo que quedaba de la biblioteca, seguramente ya muy reducida. La leyenda cuenta que los gobernantes musulmanes decretaron que su contenido debía ser destruido, tanto si contradecía la ley islámica como si la apoyaba, en cuyo caso los libros serían innecesarios.
Hoy sólo podemos especular con las maravillas del saber antiguo que la gran biblioteca de Alejandría llegó a alojar, pero su espíritu fue la inspiración directa de los actuales centros de investigación.
En 1987 se puso en marcha un ambicioso proyecto con el apoyo de la Unesco: la Bibliotheca Alexandrina. El edificio está situado en el malecón de Alejandría, a poca distancia de donde supuestamente estuvo la biblioteca original. Tiene una superficie de 36.770 metros cuadrados y mide 33 metros, dispuestos en once niveles. Se calcula que puede llegar a albergar 20 millones de libros, aunque de momento cuenta con 200.000, en su mayoría donaciones. Un moderno homenaje a la que hace dos mil años aspiró a ser el centro del saber universal.
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