Tras la Primera Cruzada (1096-1099) se crearon varios reinos cristianos en la zona de Oriente Medio, los descendientes de aquellos cruzados ya no luchaban para expandirse, sino para conservar sus reinos y los “Santos Lugares” de la cristiandad. Los descendientes de aquellos primeros cruzados estaban influidos por los pensamientos orientales y estaban acostumbrados a convivir con diferentes culturas como la judía y la musulmana. La aspiración de estos cristianos era coexistir en paz con sus vecinos, pero tenían graves dificultades para ello, las luchas entre los reinos cristianos, entre el rey y los señores feudales y el crecimiento del poder de las Ordenes Militares de Templarios y Hospitalarios creaban una gran inestabilidad en la zona. Con la llegada al poder de Saladino (1171), su unificación de los territorios musulmanes y el rápido crecimiento de su imperio, el peligro para los reinos cristianos de Tierra Santa o “reinos latinos” aumentó enormemente. En este contexto será donde surja la figura de Reinaldo de Chatillón, que destacará por su gran visión geoestratégica y por su odio hacia el mundo musulmán.
Reinaldo de Chatillón llegó a Tierra Santa alrededor del año 1153, era un pequeño noble con fama de aventurero e indisciplinado que no tenía riqueza ni seguidores, pero se hizo famoso por que siempre aceptaba entusiasmado una batalla, y por ello simpatizó rápidamente con los templarios y con las hijas de Balduino II, en compañía del cual participó en la toma de puerto egipcio de Ascalón. Con su encanto personal se las arreglo para casarse con la joven princesa Constancia de Antioquia, tras ganarse la confianza de la viuda madre de ésta.
En la primavera de 1156, Reinaldo, príncipe de Antioquia, se alía con príncipe Thoros de Armenia y asalta la isla de Chipre, perteneciente a Bizancio. El saqueo fue importante, capturaron al gobernador de la isla Juan Comenno, y la tropa cometió numerosas violaciones y atrocidades con las monjas y monjes ortodoxos, además de vender a muchos habitantes de la isla como esclavos. Esta acción provocará la ira del emperador de Bizancio, Manuel Comenno, que amenazará con su ejército Antioquia aprovechando su visita a su pariente Baludino III, rey de Jerusalén. Pero Reinaldo, astutamente se arrastrará vestido de penitente a los pies del emperador en una reunión que éste mantenía con importantes líderes cristianos y los embajadores musulmanes. Reinaldo será perdonado a cambio de varias concesiones religiosas y económicas y de que preste tropas a Bizancio.
En 1160 Reinaldo vuelve a lanzar una expedición, ésta vez se dirigirá al valle del rió Eufrates a robar ganado a los musulmanes, pero a su regreso con numerosos botín será apresado por un contingente musulmán y encarcelado. Reinaldo pasará 16 años en una insalubre prisión en Alepo, Siria. Allí lo pasará muy mal, pero conseguirá sobrevivir. En la prisión se hará gran amigo de Jocelin de Courtenay, también preso. Tras ser liberado en 1175, junto a los otros presos cristianos gracias a la acción de Raimundo de Trípoli, Reinaldo albergará un profundo odio hacia los musulmanes, aunque también alcanzará un profundo conocimiento de la geografía de la zona y del mundo musulmán y sus costumbres. Al salir de prisión descubrirá que su esposa Constancia ha muerto, ocasión que Reinaldo aprovechará para casarse de nuevo con Estefanía, hija de Miles de Plancy y heredera de Krack (Kerak) y convertirse así en el señor de Transjordania. Reinaldo dedicará sus esfuerzos a fortalecer su señorío con vistas a independizarse en un futuro, al estilo del condado de Trípoli o el principado de Antioquia. También dedicará su tiempo y esfuerzos a pelear contra los musulmanes.
Reinaldo era consciente de que para derrotar a unos enemigos que superaban ampliamente en número y recursos a los cristianos no solo podían depender de su superior táctica militar y de la escasa ayuda de Europa. Los reinos cristianos debían ganar la guerra psicológica, debían actuar rápidamente, atacando al Islam en sus puntos más vulnerables para desprestigiar a Saladino como defensor de los santos lugares musulmanes. Reinaldo apoyaba una guerra total antes de que Saladino consolidase su imperio y aplastase a los reinos cristianos. Reinaldo era consciente de la importancia estratégica de su señorío a la hora de cortar la comunicación entre Egipto y las provincias del éste del imperio de Saladino.
Las primeras acciones de Reinaldo fueron las de conseguir un importante servició de información y espionaje gracias al apoyo de algunas tribus beduinas. Su plan era desprestigiar a Saladino y arrastrarle a un combate antes de que consolidase su imperio, por ello se propuso atacar las caravanas de peregrinos que acudían a la Meca y Medina, los lugares santos musulmanes. Su plan era cortar en dos el territorio de Saladino, por ello atacó la región del Hijaz en los años 1181-82 y las caravanas de peregrinos. El inusitado apoyo que recibió de parte de algunas tribus hizo que Saladino se enfureciera. Entusiasmado por su éxito y por el impacto que había tenido, Reinaldo planeó otra expedición más ambiciosa para el siguiente año. Construyó un par de barcos, los pinto de negro y arrastro por el desierto hasta el mar Rojo. Con sus barcos de dedicó a hundir barcos de peregrinos y a atacar los puertos musulmanes, llegando hasta el final del mar rojo y regresando.
La expedición causó un tremendo revuelo en el mundo musulmán y desprestigió a Saladino como defensor de los Santos Lugares, obligándole a atacar a los reinos cristianos en el año 1183, como pretendía Reinaldo. Se reunió un gran ejército cristiano para defender el reino, pero la postura defensiva del conde Raimundo de Trípoli, partidario del consenso, se impuso a la de los partidarios de la guerra total. Así pues no se produjo una batalla campal como deseaba Reinaldo y se desaprovechó la mejor ocasión de acabar con Saladino antes de que fuera demasiado poderoso. Las sequías y lo problemas internos en ambos bandos hicieron que en 1185 se concordara una tregua por cuatro años. Los problemas ocasionados por la sucesión de Balduino IV, rey de Jerusalén, muerto en 1185, provocaron una grave disensión en el reino cristiano. El conde Raimundo de Trípoli se negó a reconocer a Guido de Lusignan como rey de Jerusalén y se produjo una gran disensión que Saladino estaba dispuesto a aprovechar para conquistar el desunido reino.
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