El entorno del río Tinto es un foco de atracción para la ciencia internacional

domingo, 28 de marzo de 2010

Tiene el honor el río Tinto, el río rojo, de ser ya uno de los puntos de atracción científica más importantes del planeta Tierra. En verdad su odisea de apenas cien kilómetros ha sido seguida por todas las grandes civilizaciones.

Los romanos fabricaron su dinero, sus monedas aprovechando el oro y la plata que aprendieron a sacar de las entrañas de la Faja Pirítica.

Los árabes obtuvieron de él el acije (caparrosa, sulfatos nativos del cobre y el zinc) que veneraban sus reputados alquimistas. Y los ingleses fundaron y sustentaron entre su nacimiento en la Sierra del Padre Caro, Peña del Hierro, y su desembocadura en Huelva el más grande de los imperios industriales conocidos por el mundo contemporáneo.

Curiosamente, cuando la vieja mina de Riotinto cerraba sus puertas y era vendida y troceada, el río otorgó a la comarca un nuevo premio. Un grupo de investigadores, encabezado por el microbiólogo y catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), Ricardo Amils, y por el astrofísico Juan Pérez Mercader, puso las aguas rojas del río en el candelero de la ciencia internacional. Después de más de dos décadas mirando con sus microscopios los entresijos del cauce, Amils y su equipo lanzaron al mundo un órdago: el Tinto abona la evidencia de que un ecosistema basado en el ciclo del hierro habría podido tener éxito en el Planeta Rojo.

Científicos de todo el mundo y de las mejores universidades se acercaron a comprobar, a experimentar y a probar sus prototipos a unas aguas que ya habían encandilado y quizás escandalizado a la NASA.

Los pequeños seres que han logrado poblar sus aguas ácidas conforman un ecosistema tan sugerente como misterioso. Los extremófilos que viven y trabajan desde hace 3.500 millones de años en este tipo de ambientes son ya piezas de un enorme laboratorio al aire libre que todavía guarda importantes secretos.

El astrofísico Juan Pérez Mercader ha llegado a reconocer que "si existió vida en Marte, entonces existen muchas posibilidades de que fuera como la que hay hoy en el río Tinto". Un tesoro. O una verdadera estrategia de vida para adaptarse a circunstancias extremas y de paso abrir puertas en la aplicación de la biomedicina.

Para Juan Pérez Mercader, el río y sus secretos es una ventana privilegiada para comprender cómo pudo ser la vida en Marte, eso sí, si llegó a haberla, o facilitar la visión de la Tierra desde hace 3.500 millones de años hasta otra más joven de sólo 1.700 millones de años.

Una cosa sí ha quedado clara después de la investigación de Ricardo Amils: el río es natural. O como gusta decir y escribir al catedrático de Microbiología de la UAM: "Las condiciones de acidez y elevada concentración de metales pesados (hierro) del río no se deben a la actividad minera (contaminación) sino que ya se daban de manera natural hace más de un millón de años".

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