El microbiólogo Ricardo Amils presentó en la sede de la Fundación Río Tinto el Proyecto de Investigación, Ciencia y Desarrollo Tecnológico para la Caracterización de la Geomicrobiología del Subsuelo de la Faja Pirítica Ibérica, IPBSL, que analizará la vida extremófila existente en las profundidades de la zona durante los próximos 5 años con un presupuesto de 3,4 millones de euros procedentes de la Unión Europea. Los científicos buscarán vida hasta mil metros de profundidad donde la luz es una quimera.
Amils estuvo acompañado por el astrobiólogo y exdirector del Centro de Astrobiología, CAB, Juan Pérez Mercader, así como de los principales responsables del equipo de investigación encargado de desarrollar el trabajo: el geólogo David Fernández, el biólogo molecular Víctor Parro y el ingeniero José Antonio Rodríguez.
Pérez Mercader destacó la trascendencia del proyecto que pretende resolver importantes problemas metodológicos, así como su carácter transdisciplinar que imprimen los científicos del Centro de Astrobiología y las instituciones asociadas que participarán en su desarrollo. "Este proyecto nos ayudará a entender cómo la vida se abre paso sin la luz en unas condiciones extremas bajo la tierra", dijo.
Ricardo Amils y Juan Pérez Mercader, ayer en Riotinto
Ricardo Amils recalcó que este proyecto ahondará aún más sobre aquella primera hipótesis de trabajo que predecía la existencia de un reactor natural en el subsuelo de la Faja Pirítica y que el río Tinto no era más que el conducto por el que se liberaban los productos del metabolismo de los microorganismos creciendo a expensas en los sulfuros metálicos.
Ahora, el objetivo es resolver las innumerables cuestiones surgidas a raíz del proyecto MARTE realizado en colaboración de la NASA, cuyo principal objetivo fue el desarrollo de tecnología para la exploración del subsuelo del planeta rojo. "Los resultados hidrológicos, geoquímicos y microbiológicos obtenidos en aquel proyecto poseen una discontinuidad que dificulta la comprensión de la dinámica real de la biosfera críptica existente en el interior de la Faja Pirítica", aclara Amils.
Según el eminente microbiólogo, estos problemas se resolverán extendiendo el muestreo a otras áreas de la Faja Pirítica, realizando muestreos a mayor profundidad con el fin de detectar hábitats con distintas características a los analizados en el proyecto MARTE y mediciones de las variables de interés geomicrobiológico en tiempo real con el fin de controlar la dinámica de las distintas poblaciones de microorganismos existentes en el subsuelo de la zona.
Para conseguir los objetivos, el proyecto liderado por Amils utilizará nuevos desarrollos tecnológicos para la detección de vida y estimación de la diversidad microbiana a pie de perforación, así como monitorear en tiempo real, dentro del pozo de perforación, las variables fisicoquímicas relacionadas con la actividad biológica. Todo ello requerirá el desarrollo de la instrumentación necesaria para desentrañar las estrategias que permiten a los seres vivos adaptarse a condiciones extremas.
Se trata de una iniciativa pionera en su campo que compartirá on-line la información generada con la comunidad científica internacional con la intención de que se pueda seguir la evolución del proyecto para sugerir experimentos o mediciones que faciliten la comprensión de los fenómenos observados.
El grupo de trabajo científico en la puerta del Museo Minero.
Lo que no está decidido aun son las zonas en las que se llevarán a cabo las perforaciones, entre 300 y 1000 metros, a la espera de ultimar detalles con el Instituto Nacional de Geología. Con toda probabilidad, las perforaciones no se realizarán antes del 2011. "Antes de perforar necesitamos estudiar en profundidad los acuíferos de la zona para decidir el lugar más idóneo", aclaró.
La geomicrobiología del subsuelo terrestre es un tema de interés creciente que trata de determinar si la vida puede desarrollarse en ausencia de radiación al mismo tiempo que se pretende averiguar sus posibles aplicaciones en biotecnología ambiental.
Los ecosistemas del subsuelo son también de interés astrobiológico, ya que permiten recrear escenarios de cómo pudo originarse la vida en la Tierra o de cómo la vida pueda desarrollarse en otros cuerpos planetarios.
Sorprendentemente, aclara Amils, los primeros ecosistemas subterráneos se describieron hace tan sólo 15 años asociados a acuíferos basálticos y posteriormente se han reportado en acuíferos sedimentarios, reservorios de petróleo y minas profundas.
A pesar del indudable interés que los ecosistemas del subsuelo despiertan, la información sobre la abundancia de microorganismos en dichos sistemas, la diversidad y su mantenimiento es todavía escasa, sobre todo debido a problemas metodológicos, concluye el microbiólogo.
El río Tinto es un inusual ecosistema debido a su tamaño, su pH ácido constante, su elevada concentración de metales pesados y el elevado nivel de diversidad microbiana detectada, fundamentalmente eucariótica.
Esta corriente roja, caracterizada por su elevada concentración de ión férrico y sulfatos, nace en Peña de Hierro, término municipal de Nerva, en el corazón de la Faja Pirítica Ibérica, una de las mayores concentraciones de sulfuros metálicos del mundo.
La utilización de técnicas convencionales de microbiología y de ecología molecular ha facilitado la identificación de los microorganismos más representativos de la cuenca del río Tinto.
Hasta el 80% de la biodiversidad procariótica de la columna de agua corresponde a tres microorganismos pertenecientes a los géneros: Leptospirillum, Acidithiobacillus y Acidiphilium, todos ellos miembros conspicuos del ciclo del hierro. Hoy se sabe que las condiciones extremas del Tinto no se deben a la actividad minera sino al metabolismo de microorganismos capaces de obtener energía a partir de sulfuros metálicos y su estudio será clave en las conclusiones finales del proyecto.
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