“las teleras” crearon un importante problema medioambiental a finales del siglo XIX

jueves, 16 de junio de 2011


Aunque el sistema de calcinaciones del mineral de cobre al aire libre en hornos, conocido como “teleras”, era empleado en las zonas mineras desde principios del siglo XVIII, provocando el inicio de la deforestación de la cuenca minera, no fue hasta la venta de las minas, por parte del Estado, a la Rio Tinto Company Limited (1873), cuando se incrementó desmesuradamente su uso, al ser puestas las minas en explotación de manera sistemática.

El sistema de beneficio de mineral denominado Cementación artificial constaba de varias fases. Primero, se procedía a la calcinación del mineral de pirita extraído que era apilado en grandes montones en los que se acumulaba leña en una estructura piramidal para transformar los sulfuros de cobre insolubles al agua, en sulfatos solubles al agua. Posteriormente, los restos de mineral resultante, era lavado varias veces con agua en “pilones de disolución” y “pilones de precipitación” y finalmente se obtenían las escorias que, una vez refinadas, producían un precipitado de cobre.

Sin embargo, la lenta combustión durante varios meses provocaba lanzar a la atmósfera gases con altos contenido en azufre y arsénico, que se extendían por la cuenca minera, y sus efectos nocivos para la salud se hacían notar en toda la provincia.

Estos humos comenzaron a crear constantes conflictos, tanto con los trabajadores de las minas, ya que cuando las condiciones climáticas hacían que los humos se estancaran (lo que se denominó “la manta”), repercutía en sus salarios al no poder trabajar, como también, con los agricultores de la provincia, ya que arruinaban sus cosechas y su ganado, llegando a formar estos últimos la asociación de la Liga antihumos cuyo objetivo era la prohibición de las teleras.

Ambas reivindicaciones, de los propietarios agrícolas y de los obreros de las minas, convergieron en la gran manifestación ocurrida en el pueblo de Riotinto el 4 de febrero de 1888 y que dieron como resultado los sucesos conocidos como “el año de los tiros”.

Aunque las calcinaciones al aire libre de los minerales sulfurosos se intentaron declarar de utilidad pública, tras los hechos de 1888, fueron prohibidas por Real Decreto de 29 de Febrero de ese mismo año. Sin embargo, la legislación fue constantemente obviada y sólo al dejar de ser rentable fue abandonado su uso en 1907 cuando se calcinaron las últimas teleras.

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