EL MARQUES DE REMISA CONSIGUE EN 1841, QUE EL POBLADO DE LA MINA SE CONVIERTA EN EL MUNICIPIO DE MINAS DE RIO TINTO

martes, 4 de mayo de 2010


ARTICULO DE D. JOSE LUIS DOMINGUEZ
La muerte de Fernando VII, acaecida en 1833, ayudó al Marques de Remisa en sus propósitos. La guerra civil desencadenada en España, tras sucederle en el trono su hija Isabel II, dio al gobierno de la nación tomarse muy en serio temas más importantes que el de ocuparse del marqués y de las minas.
Nada mas llegar a Riotinto como absentista, el marqués de Remisa, catalán de origen y celebre banquero afincado en Madrid, contrató para su empresa precisamente al mismo funcionario del ministro de Hacienda que le hizo entrega, allí mismo, del establecimiento minero, para estar bien asesorado, supongo, para las liquidaciones con este organismo. El fue quien implantó el sistema de calcinación de minerales al aire libre en contra de lo establecido en el contrato, sistema que le proporcionaba aumentar la producción de forma mucho más económica y rápida, aunque para ello le hiciera imposible la vida a los mineros y a los habitantes del campo de los alrededores, que se asfixiaban durante la “manta” de humo que producían estas calcinaciones, aparte de hacerle mucho daño a la riqueza agrícola y forestal de la zona.
Acabó con los tradicionales problemas que le venía proporcionando los curas párrocos con los feligreses, dándole la oportunidad al recién llegado Mariano de la Cerda para que interviniera en su propio negocio de las calcinaciones y consintió que el mismo representante del gobierno en las minas se involucrase también en el negocio produciendo caparrosa y no conforme con todo ello, viendo que podía sacar más provecho del débil gobierno de Madrid, consintió lo que ningún absentista ni administrador había logrado a lo largo de cien años de explotación de las minas, segregar el poblado minero de La Mina del municipio de Zalamea la Real.
En efecto. Existía una Real Orden de fecha 8 de julio, según la cual las cargas públicas y municipales de los poblados mineros correrían a cargo de los propios establecimientos mineros. Tal vez el marqués, releyendo una y otra vez la misma, llegó a la conclusión de que haciendo a La Mina municipio independiente podría acabar, en primer lugar, con la excepcionalidad del mismo, cortándole a la vez con ello atribuciones al ingeniero del Estado con quien constantemente tenía enfrentamientos. Y en segundo lugar no tenía que pagar los costos que le ocasionaba el vecindario y si a estos añadía que un municipio compuesto mayoritariamente por empleados y trabajadores de la misma empresa serían más útiles para su propio provecho, solicitó y consiguió que por Orden de la Regencia Provisional del 12 de febrero de 1841, el poblado de La Mina se convirtiera en el Municipio de Las Minas de Río Tinto, quedando constituido el Ayuntamiento el día 3 de mayo de 1841, siendo su primer alcalde el mismo de Zalamea la Real don Lorenzo Pichardo y como secretario don Juan Gutiérrez , el primero con carácter provisional y el segundo siguió siéndolo durante algún tiempo.
El marqués de Remisa abandonó las minas en 1849, al no habérsele sido renovado por la Real Hacienda su contrato, aunque dejó todo atado y bien atado para seguir aprovechándose de ellas, ya que dejó intereses con todos cuantos había involucrado en el negocio, sobre todo con Prieto y De la Cerda, para quienes el Estado, encima, tuvo que continuar produciendo mineral.
En lo único de lo que al parecer se equivocó el Marqués fue en todo lo referente a la sumisión de los ediles mineros a la empresa, ya que lo primero que hicieron éstos es elevar una enérgica protesta al gobierno por la quema de mineral al aire libre para reclamar después al Estado la entrega total de la iglesias, cárcel, carnicería, fuentes públicas, mercado y otros edificios, de los que por cierto el pueblo ya había tomado posesión.
En 1842 el Ayuntamiento pidió también la propiedad sobre las calles y terrenos baldíos, aunque esto no le fuera concedido, pues la Real Hacienda consideró que aquél territorio seguía siendo de su propiedad, pero obligó al marqués que en lo sucesivo, cuando edificaran viviendas, solicitara permiso al Ayuntamiento.



El Marqués de Remisa, 1844
Museo Nacional del Romanticismo

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