Los calzoncillos que sirvieron de antorcha olímpica

domingo, 16 de octubre de 2011


“La llama olímpica es el símbolo de los Juegos Olímpicos que evoca al mito de Prometeo, que habría robado el fuego a Zeus para entregarlo a los mortales”.

El último largo viaje desde Olimpia a Pekín de la emblemática antorcha olímpica, se convirtió en algo parecido a una carrera de obstáculos. Hubo protestas en el camino con escenas desagradables en Nueva Delhi, París, Londres, San Francisco y muchas más. Protestas dirigidas en contra de las violaciones de los derechos humanos en el Tíbet.

No hace falta decir que la política ha desempeñado un papel muy directo en los Juegos Olímpicos modernos. Boicots de ahora tú y después yo entre los países más poderosos del planeta, mientras se hacían oídos sordos con respecto al régimen de apartheid de Sudáfrica.

Largo y tortuoso ha sido el camino con protestas y manifestaciones similares, aunque curiosamente sólo una fue en contra del propio símbolo de la luz. Ocurrió durante los JJOO de Melbourne 1956 y su protagonista un estudiante de veterinaria de la universidad de St. Johns en Sidney, Barry Larkin.

En 1956, los corredores llevaban la llama olímpica en Australia, en un camino de Cairns a Melbourne, donde los juegos de verano se iban a celebrar. Pero antes de la llegada a Sydney tuvo que soportar una serie de reveses como lluvias torrenciales, calor abrumador y una situación única en la historia olímpica.

Un momento histórico que no podía desaprovechar el estudiante de veterinaria, para dejar en entredicho el emblema de los juegos olímpicos.

Larkin y otros ocho estudiantes, tenían previsto protestar contra la llama olímpica. Una de las razones fue que el relevo de la antorcha olímpica fue inventado por los nazis en los JJOO de Berlín de 1936, como un impulso simbólico para retratar al Tercer Reich de Adolf Hitler como un estado moderno y económicamente dinámico. Cabe decir, que aunque fueron los primeros, la idea de organizar un relevo de la antorcha olímpica fue propuesta por primera vez en los JJOO de Amsterdam de 1928 por Theodore Lewald, un miembro de la federación internacional olímpica.

Treinta mil personas salieron a las calles a la espera de la llegada del campeón de esquí Harry Dillon elegido para portar la antorcha, donde sería presentada al alcalde de la ciudad Pat Hills. Después de un emotivo y breve discurso de recibimiento, sería entregada de mano del alcalde a otro famoso deportista, Button Bert para continuar su camino final hacia el estadio. Mientras, los reporteros estaban listos para registrar con sus cámaras el momento histórico.

Es en este momento histórico es cuando Larkin y sus compañeros comienzan su descabellada protesta. El plan consistía en que algunos de los estudiantes fueron vestidos con pantalón corto blanco, camiseta blanca y linternas. Otros, de escoltas vestidos con uniformes de la reserva aérea y montados en motocicletas. Y como antorcha olímpica, una falsa pata de una silla de madera pintada de gris, coronada con un pastel de ciruelas y un par de calzoncillos usados, puestos dentro de una lata empapada con queroseno. (épico).

Antes de que el verdadero portador Harry Dillon llegara a la entrada de la ciudad, dos de los estudiantes salieron llevando la falsa antorcha. Al principio, la gente notó que estaban bromeando, ya que los calzoncillos en llamas se cayeron repetidas veces por el balanceo brusco del falso corredor. Una ‘patada’ en el trasero de Larkin a su compañero fue suficiente para tomarse el reto mucho más en serio, si cabe…

Pero para asombro del grupo, a medida que avanzaban la confusión fue total. La gente enfervorecida y con ganas de recibir la antorcha, aclamaba la curiosa llegada de la comitiva estudiantil. La policía que pensaba que era Dillon recorrió el resto de la ruta, protegiendo al último relevo del grupo, el mismo Larry Larkin.

Larry Larkin.

Con esta escolta a su alrededor, el corredor se abrió camino por las calles hasta el Salón de Sydney Town. Subió las escaleras y entregó la falsa antorcha al alcalde Hills que amablemente aceptó y volvió a comenzar su discurso preparado.

El alcalde Pat Hills.

Fue entonces cuando alguien le susurró al oído del alcalde, “Esa no es la antorcha”. De repente, el alcalde se dio cuenta de lo que llevaba y celebró con orgullo en su mano la pata de la silla coronada por un pastel de ciruelas y unos calzoncillos completamente ya calcinados…Cuando el alcalde miró a su alrededor, Larkin ya se había desvanecido entre la multitud que le rodeaba.

Minutos más tarde llegó el verdadero Harry Dillon y la histórica llama olímpica continuo el camino que todos sabemos…

La identidad del corredor bribón sólo se reveló públicamente años más tarde.

El ruido era ensordecedor, muchos fotógrafos, me sentí muy extraño,..lo único que podía pensar era, que hago yo aquí y que pasará cuando llegue”. “Afortunadamente todos se quedaron perplejos ante la antorcha, me di la vuelta, volví a bajar las escaleras, cogí un tranvía y tranquilamente hice el viaje de vuelta a la universidad.

En el 2000, los juegos Olímpicos se celebraron de nuevo en Australia, y una vez más la antorcha fue llevada por los corredores de todo el país. Numerosos periódicos tuvieron la oportunidad de contar la historia de la broma de Larkin, lo que llevó a las autoridades a estar atentas y preparadas ante cualquier repetición de los hechos. Aunque un joven trató de apagar la llama con un extintor, nadie jamás logró repetir la broma del “relevo de ropa interior de los Juegos Olímpicos de Melbourne 1956″.


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